Chile,
con sus variadas zonas y climas, presenta distintas actividades laborales. En
la minería, por ejemplo, está el trabajador del salitre, cobre, azufre, plata,
sal o carbón. En la agricultura está el huaso costino o cordillerano, el peón,
el mejorero o inquilino, el gañán, el arriero y el carretero.
En
el mar, en la costa, el pescador, el mariscador, el balsero de Chiloé o del
Maule; el lobero, el nutriero, el cazador de ballenas, los buzos, los
guardafaros, el trabajador del guano blanco y rojo, el vaporino, el botero, el
cargador de los puertos. En la montaña, el montañés, el baquiano; en la zona de
los bosques, los aserraderos, el trabajador de la madera; en el extremo sur,
los ovejeros, los puesteros, los esquiladores.
Un recorrido por
la ciudad
La ciudad tiene sus personajes, sus tipos populares:
los vendedores callejeros, el comerciante ambulante es una estampa
característica que puede estar determinada por su actividad, su vestimenta, su
picardía.
La gama es inmensa: el frutero, que cambia su pregón en
relación con los productos estacionales; el motero, vendedor que aparece en los
meses de verano, con su venta de jugo dulce y helado con presas de durazno cocido;
el heladero, con su toque de cuerno haciendo sonar una campanilla; el
barquillero, con su tambor metálico a la espalda y cargado de tubos de
hojarasca; la tortillera, con su pan de grasa, con su blanco delantal; los
maniceros con sus barcos llenos de maní tostado calentito.
Veamos
algunos de nuestros típicos personajes:
Suplementero
Entre los vendedores de diarios hay hombres, mujeres y
niños de ambos sexos. Su historia comienza con la guerra de 1879 que impuso un
sistema de noticias,de informaciones periodísticas y dio origen al chilenismo
suplemento, hoja volante editada por los diarios como necesidad de anticipar
una novedad. El suplemento constituyó, en los días de la guerra, la información
concisa, agitadora o tranquilizadora. El reparto del suplemento se confió a
muchachos ágiles, entusiastas, que corrían por las calles gritando: ¡Suplemento
de El Ferrocarril!, ¡La Reforma!, ¡La Libertad!
El primer suplemento de guerra apareció con el Combate
Naval de Iquique y correspondía al diario La Patria, de fecha 25 de mayo, o
sea, cuatro días después del combate; así andaban de lentas las noticias. Y
este día, innegablemente, nace el gremio de suplementeros.
El suplementero se convierte en un personaje de las
calles del país. Los ha habido de pomposos nombres o cariñosos apodos y los que
daban a conocer a voz en cuello los titulares. Su voz clara o ronca llama la
atención a lo largo de todo Chile, donde parece cambiara de matices. Los
suplementeros santiaguinos se caracterizan por sus gritos o pregón, que
consiste en dilatar las vocales.
El suplementero siempre anda de carrera y se detiene
apenas para entregar el diario al cliente, recibir el pago y dar el vuelto.
Sube a los vehículos de transporte colectivo en los paraderos y rara vez
continúa hasta el otro paradero, sino que se baja sobre la marcha.
El motero
Los quechuas llaman al maíz hervido mot’e, mut’i. Los
mapuches usaron la palabra muthi o muti, para el maíz o trigo cocido. Hay que
recordar que el trigo llegó en 1541 con doña Inés de Suárez. Hoy se entiende
por mote, tanto el grano de maíz como el de trigo cocido y pelado. El trigo
intervino en la comida del indio, como una nueva harina, como mote y después se
funde en la llamada comida nacional. El mote se prepara en postre y en bebida y
cuando así se hace se llama Mote con Huesillo.
Sabor típicamente chileno, el mote con huesillos es un
postre antiguo, de textura suave y más bien líquido, que resulta especialmente
consolador y sabroso en las temporadas de mayor calor. Es común en casas y
restaurantes, pero vendido en la calle, bajo la leyenda de “Al Rico Mote con
Huesillos” y servido en gruesos vasos de vidrio, alcanza su dimensión más
autóctona.
El hojalatero
Este era el pregón del hojalatero en el anochecer
colonial: “¡El Hojalatero!¡Bacinicas le hojalata muy baratas!”. El hojalatero
se hizo un personaje típico que recorrió las calles por muchos años, acompañado
de un caldero —cocinilla tubular—, un cautín, soldadura, soda cáustica, ácido
muriático y trozos de cinc.
Al grito, al pregón de ¡Hojalatero!, aparecían las
dueñas de casa para hacer soldar, tapar los portillos de cuanto tiesto roto
había, y ahí, al lado afuera de la puerta en la solera de la vereda, se sentaba
a trabajar. Este era el hojalatero ambulante. También había el otro, cuyos
procedimientos de trabajo eran esencialmente manuales, pues hacía piezas de
hojalata: como cafeteras, embudos, coladores, regaderas, cántaros, espumadores.
En el invierno, su oficio cambia un poco, se convierte en arreglador de
paraguas, suelda varillas, arregla techos; parcha goteras; es ésta una forma de
defenderse económicamente.
Lustrabotas
En casi todas las Plaza de Armas se encuentra a este
característico personaje, amable, con la picardía del chileno, que sabe de todo
lo que ocurre en los alredores, profundo conocedor de la ciudad, del acontecer
político, deportivo, un informador de cuanta cosa que se le pregunte, expresado
a su manera y en lengua criolla.
Fotógrafo de la
plaza
Hasta la década del 70 toda plaza chilena contaba con
su fotógrafo, pero los tiempos cambiaron, ahora sólo quedan aquellos que no
conciben su vida sin ese completo laboratorio dentro de cajas oscuras.
Verdaderas reliquias en este arte se instalan alrededor del Cerro Santa Lucía,
Plaza de Armas de Santiago, Plazas de Valparaíso, Concepción y no se sabe en
cuantas más a lo largo de Chile. Hoy se impone la modernidad de las cámaras que
entregan fotos instantáneas.
Personajes
típicos de La Colonia
Antiguamente, el comercio no era como tú lo conoces
actualmente, donde existe el comercio establecido con tiendas y malls en los
que puedes comprar todo lo que quieras. Antes, en las ciudades desde temprano
en la mañana, múltiples vendedores ambulantes recorrían las calles de Santiago,
ofreciendo sus productos. Los transportaban a lomo de mula en grandes cajas de
cuero o canastos e iban de casa en casa a venderlos. Allí les compraban carnes,
hielo traído de la cordillera, brevas y sandías, pasto para los animales,
dulces y leches, velas e incluso agua.
Muchos de estos personajes todavía recorren las calles
de Santiago, aunque han variado sus características.
Velero
Vendía velas para iluminar las casas, ya que en esa
época todavía no había luz eléctrica. La velas eran de sebo y se hacían a mano
en forma artesanal. Este personaje las llevaba colgando de un palo amarradas
por la mecha y cuando las vendía las cortaba.
Lechero
Llevaba la leche en dos tarros llenos, cargados en una
mula o caballo. Pasaba por la calles ofreciéndola y de las casas salían las
mujeres con los jarros para que se los llenara con leche recién ordeñada.
Aguatero
Se desplazaba a caballo llevando agua en un barril, la
que vendía entre los vecinos. Antiguamente no existía agua potable limpia para
beber y cocinar, por lo que este personaje era muy importante en la vida de las
personas.
Panadero
Iba en una mula o a caballo con dos grandes canastos a
los lados donde llevaba pan fresco. La gente salía de las casas a comprarlo.
Actualmente en algunos barrios pasa un señor en un carrito vendiendo pan, este
sería el equivalente al antiguo panadero.
Sandillero
Vendía pedazos o sandías enteras en la plaza o en las
ferias. Era muy solicitado por la gente, sobretodo en los días calurosos en que
un sabroso trozo de esta fruta era muy apetecido.
Motero
Otro personaje característico y muy popular como
comerciante callejero es el motero. Cuando su nostálgico grito se oía en las
noches, quedaba retumbando como un eco. Comúnmente era un individuo que vivía
en las afueras de Santiago y hacía su entrada a la ciudad, especialmente en las
noches de otoño e invierno, con un canasto colgando del brazo, cuyo contenido
iba cubierto por albos paños que resguardaban el calor de los variados
productos que vendía.
VEAMOS LA SIGUIENTE PRESENTACIÓN CON LOS PERSONAJES MAS TÍPICOS DE CHILE.
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